Mi abuelo tenía una perra que se llamaba Maya, a veces me tocaba acompañarlo a su paseo a un descampado que había cerca de su casa, que hoy ya no existe. El paseo incluía a veces un paseo en coche. No soy buena para las marcas, pero creo recordar que tenía un Renault 12 blanco familiar con un maletero grande en el que cabíamos tumbados. Al menos a mi, con mi pequeño cuerpo, me parecía enorme.

Me llevaba con el coche por los callejones entre las fábricas cuando ya no había nadie. Las calles eran desérticas y yo, desde mi posición tumbada en la parte de atrás del coche, solo veía la oscuridad a través de la ventana y la cadena de pasear a Maya colgada en un lado. ¡Qué significado esa cadena para la mente de una niña!

Mi abuelo vivía cerca de un polígono industrial que sigue estando ahí. Recuerdo la oscuridad, no debía ser de noche, quizá era invierno que a las seis de la tarde ya oscurece, no sé, hay recuerdos a medias. La mente suelta cosas a cuentagotas, seguramente sería insoportable recordar cada detalle de golpe.

Siempre llevaba una toalla, higiene ante todo. La colocaba debajo de mi y empezaba lo que él llamaba “juegos secretos”. No recuerdo lo que sentía justo en esos momentos, no recuerdo miedo, ni asco, ni nada. Supongo que debí aprender a separar mis pensamientos de mi cuerpo y durante ese rato me iba a otro lugar. No se quçe sentía, pero mientras escribo estas palabras, sin que yo pueda evitarlo, todo mi cuerpo se ha puesto en alerta, y la sensación es horrible, me cuesta respirar, pero ya no me invade un llanto incontrolable y puedo recuperarme rápido.

Los abusos en el coche han afectado muchísimo a mi vida. Como cualquier adolescente, cuando llegó el momento de sacarse el carnet de conducir, quise hacerlo, pero fue imposible. La sola idea de meterme a solas en el coche con un hombre a hacer las prácticas era aterradora. Y dirás “pues haber pedido ayuda” “haber pedido hacer las prácticas con una mujer” “haber pedido que alguien más fuera contigo en el coche” ¡Claro! ¡Fácil verlo desde fuera! En aquel momento ni siquiera era consciente de por qué no me atrevía a subirme a un coche. Ahora, tengo 46 años y sigo sin carnet de conducir. Este es solo un ejemplo de hasta dónde pueden afectar estas vivencias, y ya imaginarás que hay mucho más.

La otra parte difícil ha sido la del apoyo y comprensión del entorno. La de veces que me han recriminado no tener carnet, la de veces que me han dicho que siendo madre hay que conducir ¿Y si pasa algo? ¿Cómo vas a ir al hospital? La de veces que me han dicho que no puedo depender de que Javi siempre tenga que llevarme a los sitios, muchas veces con malas formas.

Cada vez que me lo han recriminado, han contribuido a que mi sensación de culpabilidad fuera aún más grande y quitar esa culpa ha supuesto años de terapias y trabajo personal.

Las personas deberíamos aprender a no juzgar tanto. No sabemos las circunstancias que llevan a los demás a tomar ciertas decisiones y son familiares o amigos, y nos preocupa algo que desde fuera puede parecer absurdo, quizá lo mejor es conversar, entender y empatizar, pero no nos enseñan a hacer eso, desde muy pequeños el ejemplo que nos modela, es el de opinar, criticar y juzgar la vida de los demás. Explico esta parte de mi historia por muchos motivos. 

 El primero es que las estadísticas hablan de que 1 de cada 5 niñas/os sufren abusos, así que muchas de las que vais a leer este post los habréis sufrido y aunque suene duro, muchas de vuestras hijas los estarán sufriendo y probablemente ni lo sepáis, así que creo que es un tema que hay que visibilizar. 

Sandra Vallcanera. Protagonista de la historia.

El segundo es que quiero contar a las mujeres que han vivido estas situaciones que se puede llegar a vivir casi en paz y que pueden superar casi todos los miedos y no es fácil, pero si te decides a cuidarte, se puede, y hay que hacerlo, porque esto salpica a nuestros hijos, a nuestras parejas y a nuestro entorno sin quererlo. 

El tercero es que esta vivencia es la que me he ha impulsado a dedicarme, en cuerpo y alma, a difundir la importancia de cambiar la educación y enseñar a niños y niñas a liberarse de mierdas impuestas y a adultos a dejar de imponerlas, a dejar de tratarlos como si fueran tontos, incapaces, vagos, pasotas…  

El cuarto es que cada vez estoy más cerca y veo con más claridad lo que quiero hacer y cómo hacerlo,  para ayudar a familias, mujeres y sobre todo a la infancia.

Este año (para mi el año siempre empieza en septiembre), siento que voy a hacer por fin, algo que me llena a un nivel increíble y voy a dar un paso más. Empiezo 2 nuevos proyectos que tienen todo que ver con lo que acabo de contar.

Uno junto a Mireia Long con la Escuela de Pensadores

Hace años que quiero ofrecer a niños/as y adolescentes una propuesta como la que empezamos en septiembre en la Escuela de Pensadores, que de la mano de Mireia Long, y junto lo que ya hago desde Jaisa va a ser una revelación. No solo van a aprender contenidos, van a aprender a conocerse a sí mismos, a establecer relaciones sanas, a saber que pueden contar lo que no les gusta y les hace daño, a saber que pueden pedir ayuda SIEMPRE, aunque les amenacen, a expresar cómo se sienten, a compartir, a debatir, a buscar su camino… la parte emocional va a estar muy presente porque las dos sentimos que es indispensable.

También hace años que tanto Javi como yo queremos hacer algo para ofrecer más seguridad y autoestima especialmente a mujeres y adolescentes después de haber vivido juntos todo mi proceso de superar los abusos. Javi ha sido para mi un pilar fundamental en el proceso, tiene una sabiduría interior de esas de alma vieja y una calma que solo transmite paz. Sé que él puede ayudar a miles de mujeres a ganar confianza en sí mismas, a superar vivencias como las mías y a ser capaces de salir a la calle sin entrar en pánico. Entre los dos vamos a empezar este camino para ofrecer ayuda a quien lo necesite.

Así que aprovecho este post para invitaros a ser parte de nuestra nueva Escuela de Pensadores online desde cualquier parte del mundo y a participar en las actividades para familias y mujeres en Barcelona.

Lo que vives en la infancia, condiciona toda tu vida, así que ofrezcamos a los niños infancias llenas de amor, respeto y seguridad. Existen millones de hombres como mi abuelo que destrozan vidas y muchas mujeres jamás se recomponen porque no encuentran el acompañamiento, el apoyo ni la comprensión que necesitan. Así que vamos a abrir espacios desde lo que informar y prevenir por un lado y acompañar las vivencias por otro.